Correré a mi Señor cuando llegue la tentación.
El Señor me librará de todo mal.
Aunque me rodeen lobos, no desfalleceré, porque el Señor está conmigo.
Él estará a mi diestra, y será mi guardador.
El Todopoderoso cuidará de todo aquel que en Él confíe.
Jehová es mi sustento, y mi alimento.
Nunca más tendré sed, porque aguas de vida me ha dado a beber.
El Príncipe de Paz está conmigo, Emmanuel.
Correré a Él cuando se levante dificultad contra mí; pues nunca me ha desamparado.
Cristo Jesús es mi Señor, en Él estará puesta mi confianza en el día malo.
Él es el Salvador, Consejero Admirable, Dios Fuerte, y Padre Eterno.
A ti correré, pero no tardes en tomarme en tus brazos, Dios mío.
Porque soy débil, y sin ti no tengo ninguna fuerza.
Sin ti, el viento pasa y me deshace, y vuelvo al polvo.
Eres tú quien me sostiene, eres tú quien hace existir las cosas, Jehová.
Señor mío, no tardes en escucharme cuando a ti clame, porque desespero.
Pero yo sé que estás conmigo, siempre lo has estado.
Tú me formaste en el vientre de mi madre, y me sacaste del vientre de mi madre.
Me viste dar mis primeros pasos, y mis primeras palabras escuchaste.
Tú has sido mi guía, y aunque fui desobediente y me aparté de ti,
tú nunca te apartaste de mí. Es tu amor eterno el que sostiene todas las cosas.
Se levantará el impiadoso contra mí, pero en ti estaré confiado,
porque no hay cosa que se escape de tus manos, Poderoso Rey.
Sé que no descenderé al polvo hasta que se haya cumplido mi hora.
No me iré hasta que se haya cumplido tu voluntad en mí.
Aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno,
porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán el aliento.
Cuando llegue mi hora de volver al polvo, me iré en paz;
porque sé que en el día que has determinado me levantarás de nuevo,
y no veré más muerte. Con ropas blancas me vestirás,
y me recibirás como un padre recibe a su hijo.
Eres tú mi Padre, y por siempre serás mi Padre. El mejor, el Padre perfecto.