Cuán hermosos son los caminos del que es llamado Fiel y Verdadero.
Cuán grande es el amor de Dios para con sus hijos.
Como son altos los cielos sobre la tierra, así de alta es su paciencia con su rebaño.
No la podemos medir, ni la podemos comprender, solo podemos agradecer por ella.
¡Cuántas veces quisite juntarme junto a tu rebaño, y yo no quise!
¡Cuántas veces fui contado entre los necios, entre los pecadores, entre los muertos!
Pero no abandonaste mi alma en el sepulcro. Porque he aquí, que yo estaba muerto, pero ahora vivo;
estaba perdido, pero fui hallado. Porque tú eres Dios misericordioso, que se apiada del ciego,
del sordo, del falto de entendimiento. Tu brazo extendiste, y sacaste mi alma de las tinieblas.
Con tu Luz, abriste mis ojos; con tu Palabra, mi oído; y con tu Espíritu, mi entendimiento.
Mío eres tú, me dijiste, yo te escogí desde el vientre de tu madre. Desde antes que vieras luz, yo te aparté.
Te escogí de entre tus hermanos que no vieron luz, para que hagas lo que te mando,
para que aprendas lo que amor y piedad significa.
Mira que te mando a que te esfuerces y seas valiente, no temas ni desmayes, porque yo estaré contigo donde quiera que vayas;
no te dejaré solo. Porque yo soy roca fuerte, firme, preciosa; el que crea en mí, no será avergonzado.
Bienaventurado aquél que hace de mí su refugio y su morada, porque el tal no será derribado.
Cuán hermosos son tus caminos, oh Señor. Cuán grande es tu misericordia.
Porque a tu oveja perdida, la que era ciega y necia, buscaste en medio de la noche hasta encontrarla.
Y habiéndola encontrado, sanaste sus males, y la juntaste con tu rebaño.
No la deshechaste como merecía, sino que pasando por alto su rebelión y necedad; fuiste movido en misericordia y la rescataste.
Tal oveja no morirá jamás, porque habiendo comprendido quién es su pastor, no se apartará más.
Bajo la sombra del Omnipotente morará, y bajo sus alas, estará segura; desde ahora y para siempre. Amén.