No soy digno de ti

No soy digno de ti, Señor Jesús.
Tú que eres santo, y habitas en la santidad.
No hay nadie como tú en la tierra, ni en el cielo: sólo tú eres santo, sólo tú eres digno.
Eres digno de toda honra y gloria, digno de adoración.
Tú que estás sentado a la diestra del Padre, quien te ha exaltado sobre toda criatura,
para que ante tu santo nombre se doble toda rodilla, y toda lengua confiese que eres el Señor.
Tú que derramaste tu alma hasta la muerte, y te ofreciste en sacrificio para la expiación de pecados.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo; te suplico que quites el pecado de mí.
Porque soy necio como ninguno, y me escapo de tu cuidado y me pierdo.
Tenme paciencia Señor, no te enojes contra mí. Perdóname.
No soy digno de tu perdón, ni mucho menos soy digno de siquiera dirigirte la palabra;
pero apiádate de mí, ten misericordia Señor.
Te ruego que me limpies. Quita de mí la inmundicia en la cual me he revolcado,
y dame vestiduras blancas. Señor, soy necio como ninguno.
¿Qué hijo ofende a su padre, y después que su padre lo ha perdonado, va y lo ofende de nuevo?
Soy merecedor de ser echado fuera, y que se me niegue la entrada a tu casa.
No soy digno de tu perdón, pero ten misericordia de mí.
Transfórmame, y renuévame cada día. Dame un corazón nuevo. Que mi alimento sea hacer tu voluntad.
El que sopló el espíritu, tiene el poder de renovarlo; y el que formó el corazón, tiene poder para cambiarlo.
Ya no viva yo, sino que vivas tú en mí.
Seas tú el alfarero, y yo sea el barro. Moldéame a tu parecer, y hazme un nuevo ser.
Sea yo hecho nueva criatura, y pasen las cosas viejas, para que todas sean hechas nuevas.
Señor, dame las fuerzas para poder vencer la tentación, porque estoy desgastado y no tengo ya fuerzas.
Guarda mi boca para que no se apresure a hablar vanidad.
Dame sabiduría para discernir tus caminos.
Sea tu Palabra mi deleite, y tus promesas mi esperanza.
Yo sé que me has perdonado, Padre santo. Yo sé que me amas.
Tienes paciencia para conmigo que no puedo comprender, eres tardío para enojarte, y con tu amor me rebosas.
Gracias Señor Jesús, gracias Padre Eterno. A ti te agradeceré, y dedicaré mi vida a ti, porque me has amado.
Ten misericordia de los que son como yo, y muéstrales tu luz, que resplandece en toda oscuridad; y las tinieblas no podrán contra ella.
No permitas que ninguna de las ovejas de tu rebaño se pierda.
Arrepiéntanse todos, porque el Señor está dispuesto a perdonar a los que delante de Él vayan.
Jehová perdonará al corazón arrepentido.